Presentación.
Buenas tardes, soy Juan Hernández, y me propongo hacer un comentario sobre el hecho moral en Émile Durkheim. Para ello expondré en primer lugar la cosmología del autor, las conclusiones a las que llegó, para a continuación analizar los errores que le llevaron a defenderlas. Para realizar este análisis he estudiado la obra Sociología y Filosofía, pues me parecía insuficiente estudiar únicamente uno de sus artículos; los fundamentos de sus tesis se encuentran desarrollados en textos anteriores al sugerido en esta tarea.
Exposición de las concepciones básicas de Durkheim.
Durkheim, inspirado por el cientificismo de su maestro Comte, la sociedad armónica de Saint-Simon y las teorías de las corporaciones de los socialistas de cátedra alemanes, se marcó como objetivo el establecer una base objetiva de la moral que fuera capaz de impulsar programas de reforma social y política. Concebía la sociedad ideal como integrada, cohesionada y coherente, pero la suya se desintegraba moralmente por causa de la falta de la vinculación y cohesión sociales.
La solución la encontró en el organicismo, en la analogía entre el cuerpo político y el cuerpo humano. Desde su perspectiva, la sociedad es un organismo independiente de los individuos singulares y que tiene en el Estado un cerebro moral, centro director y consciente. Este Estado supone la fuerza externa necesaria para la educación moral del individuo, para la necesaria limitación de las pasiones.
Este esquema nos es familiar, los proyectos políticos de Platón y Rousseau sobrevuelan en toda propuesta totalizadora. Pero ¿este proyecto fundamentado en la sociología científica, supuestamente racional, qué bases tiene? ¿Qué llevó a Durkheim a concebir esta clase de organicismo?
Itinerario intelectual fallido: organicismo ingenuo tras una psicología deficiente.
Por más que pueda sorprender, afirmo que todo el edificio moral del autor se fundamenta en una huida hacia delante respecto la posibilidad de que la conciencia sea un reflejo de procesos subyacentes. Sus argumentos en contra del monismo psicofísico, al que él llamaba nihilismo intelectual, eran toscos para la época y definitivamente errados vistos desde la actualidad.
Su razonamiento se reduce a lo siguiente: si todos los estados de la mente fueran físicos no habría vida mental. En sus escritos no disimula que esta conclusión le alarmaba. De todos modos, no encontró argumentos de peso a favor de la tesis opuesta.
El misterio de la conciencia (la apariencia de continuidad espaciotemporal entre sucesiones infinitas de datos) le empuja a su tesis. Los estados psíquicos tienen la misma naturaleza causal que los físicos y, por ende, piensa el autor, los fenómenos sociales se imponen al individuo desde fuera de la misma forma que los psíquicos hacen lo propio con los físicos. He aquí cómo crear 3 reinos ónticos a partir de la no aceptación de 1 solo.
Considero secundaria su exposición sobre el hecho moral, una mixtura de deontología y eudaimonía aristotélica, especialmente porque no se justifica en ninguno de los preceptos que el propio autor esgrime, a saber: análisis histórico, lingüístico, diferenciación de normas morales y no morales y estudio de los reactivos ante normas morales infringidas.
Todo su pensamiento está viciado por su conclusión de que la sociedad es una personalidad cualitativamente diferente de las personalidades individuales que la componen, y que aquella tiene la capacidad para actuar sobre estos. Podemos decir que comete los errores típicos de todo holismo.
En mi resumen de la obra se encuentran pormenorizados comentarios críticos y objeciones a muchas de sus afirmaciones y procedimientos.
Conclusiones
Concluiré diciendo que los remedios médicos, higiénicos, el intervencionismo y el control social dirigidos a través de instrumentos políticos como el Estado, y que Durkheim expone más explícitamente en su Reglas del método sociológico, sólo pueden derivarse de un organicismo ingenuo, de una serie de errores lógicos de pensamiento. El organicismo del autor, como tantos otros, es insuficientemente organicista. Si Durkheim hubiese tenido conocimientos de los procesos básicos de la psique humana no podría haber sostenido la mayoría de sus afirmaciones sociológicas y políticas.
Lo científico, en manos de la Sociología, pero también desde la misma Psicología (véase a Skinner), ha sido usado como arma política sin el menor complejo ni conciencia de poder estar errados en lo más básico. Aun admitiendo doctrinas deterministas o analogías organicistas para justificar una jerarquía racional, sigue en pie la pregunta política sobre quién debe ocupar la sala de máquinas y cuál es el rumbo a seguir (si es que hay).
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