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7 de ago de 20196 min.

John Mayer, lenguaje musical y psicoterapia

Actualizado: 3 de feb de 2022

Comienza Mayer en este vídeo promocional advirtiendo que no se le dan bien los consejos, que se siente él mismo un “inadaptado”, para después cargarse de un plumazo uno de los métodos más habituales para aprender a tocar la guitarra y, de paso, relacionar de manera muy bonita teoría y práctica. Famoso por su exquisita técnica y su estilo percusivo, Juanito empieza comentando:

“…everything you learn, learn the thing that is the building block for the thing you just learned. That might be scales, instead of just parts of songs. Trace back why you like the thing and learn the thing that made the thing you like and you will be five times better every time you do that”.

Traduzco y simplifico: deja de tocar canciones y practica las escalas que las componen. Para el no entendido explicar que existen distintos tipos de escalas musicales (mayores, menores, pentatónicas, etc.) y su práctica a lo largo del mástil se utiliza, entre otras cosas, para conocer mejor el instrumento, ganar velocidad y posteriormente facilitar las improvisaciones sobre las notas que las componen. El caso es que esta práctica puede ser un tanto tediosa y repetitiva, y es por esto que nos anticipa que el consejo podría resultar poco divertido. Y remata: “If you just learn my song, let's say I want to learn Gravity, you don’t have an understanding of guitar, you have an understanding of Gravity”.

Hagamos pues el puente análogo entre música y psicoterapia. Olvidarse de practicar canciones sería el equivalente a dejar de buscar y recolectar obsesivamente técnicas terapéuticas y aplicarlas de manera rígida, ignorando su razón de ser original. Practicar escalas, pues, sería trabajar más la fundamentación teórica que hay detrás de toda intervención, dejando en un segundo plano el eclecticismo técnico. La vuelta a los fundamentos suena tan poco divertida como practicar escalas pentatónicas en la guitarra (nos gustan demasiado los atajos) pero esto permite varias cosas: i) mayor flexibilidad durante la sesión. Cuando uno no para de pensar en qué nota viene en la siguiente frase de Gravity toca encorsetado. O lo que es lo mismo, no podrá dejarse llevar por los contenidos que surjan en sesión y aplicará las técnicas en modo automático; ii) mayor facilidad para ir adquiriendo más técnicas (canciones) de diferentes enfoques (estilos). De esta manera se relacionan todas las técnicas que se va adquiriendo, buscando compatibilizarlas, y siempre al servicio de intenciones derivadas de una filosofía de trabajo propia; y iii) permite acercarse a los mecanismos (que son por supuesto universales) y descentrarse de namings, identificaciones con el enfoque y tener una visión genuinamente holística del ser humano (qué bonito me ha quedado esto último). Con los mecanismos me refiero a los porqués. Qué funciona de cada técnica, qué procesos exactos está atacando. Volveré luego con este tema.

If you just learn my song, let's say I want to learn Gravity, you don’t have an understanding of guitar, you have an understanding of Gravity.

La Entrevista Motivacional ©

Pondré de ejemplo la Entrevista Motivacional (EM) por ser un caso particularmente claro de cómo la técnica puede acabar oscureciendo el espíritu original, aunque el mismo análisis se podría hacer con técnicas procedentes de cualquier enfoque terapéutico. Me fascinan varias cosas de este fenómeno, con su pertinente federación internacional y sus acreditaciones españolas oficiales. En primer lugar, sorprende cómo algo tan básico ha tardado tanto en cristalizarse y transmitirse como algo valioso (su primera edición es de 1991, aunque nace propiamente en un artículo de 1983). Por básico me refiero a reflexionar sobre cómo los clínicos deben establecer una relación de ayuda sin provocar más resistencias. O lo que viene siendo lo mismo: “cómo no poner de culo a la persona que tengo enfrente”.

En segundo lugar, indigna pensar que debamos buscar formación específica (y cara) para adquirir esta habilidad tras años de formación universitaria, másteres, oposición PIR y años de residencia. No quiero decir con esto que el enfoque y sus técnicas no sean útiles, ¡digo que es lo mínimo!, y que si uno se topa con todas estas cuestiones en una fase tardía de su formación puede que sea demasiado tarde y únicamente se asimilen las técnicas. Me explico a continuación.

Comentemos las posibles perversiones de usar las técnicas sin asimilar debidamente su espíritu. Durante los primeros 10 años ( 4 + 2-3 + 4) aproximadamente vamos construyendo las ideas acerca de qué es tener un problema psicológico, hasta qué punto tiene la responsabilidad el propio paciente de la/s causa/s y del cambio, hasta dónde puede llegar el agente de cambio con la intención de ayudarle, qué grado de paternalismo es aceptable, cómo diferenciar entre persuasión y manipulación, cómo de determinado estamos por la biología y el ambiente, qué posturas toman sobre estos asuntos los principales modelos terapéuticos, etc. Lo que yo he percibido hasta el momento es que estas cuestiones se las construye cada cual por su cuenta, suelen diferir mucho entre profesionales y, sobre todo, no suelan ser suficientemente explícitas ni articuladas. Una vez ya construidas, estas ideas determinan nuestra manera de trabajar y se ha de hacer un esfuerzo deliberado para poder cambiarlas. Con este panorama, y en más casos de los que sería deseable, es muy difícil que el aprendizaje del nuevo enfoque para con el paciente se interiorice completamente. Por otro lado, las técnicas son más fáciles de aprender pues, en apariencia, no están relacionadas con ningún supuesto previo.

Llegados a este punto uno puede explicar cómo profesionales entrenados en el método de turno hablen sin tapujos y actúen descaradamente en contra de la filosofía que hay detrás de las técnicas que tan majestuosamente aplican a diario. Estas incongruencias no se detectan fácilmente, precisamente porque solemos huir de reflexionar sobre estas cuestiones, y señalarlas pueden incomodar. Para evitarlo uno aprende a escribir más y a hablar menos. Por supuesto, estas incongruencias a nivel técnico no son tan flagrantes, y uno puede erguir orgulloso la bandera del eclecticismo técnico sin mayor problema.

Si llevas algún tiempo trabajando en un servicio u hospital determinado, a los drogadictos, las histéricas y los trastornos de personalidad los conceptualizarás de una manera determinada. Es muy difícil escapar de la influencia de adjuntos, tutores y compañeros (sentido de pertenencia, presión grupal, enfoques y maneras de trabajar heredados, etc.). Según lo que hayas mamado ya podrás ahorrarte el cursillo o la lectura, que muy probablemente seguirás viendo el paciente y la práctica clínica de la misma manera que lo hacías sin la acreditación y la nueva línea en el currículo. En esto, pues, la prevención también podría sernos útil.

Aquellos afortunados que consigan desaprender algunas de esas ideas previas a las de la EM, por seguir con el ejemplo, les quedará un escollo más por superar. Tendrán la impresión de haber visto la luz; estrenan gafas nuevas y ahora han comprendido lo errados que estaban. La cuestión es que lo siguen estando. Si señalar las incongruencias está penalizado, no digamos osar el matizar el nuevo paradigma aprendido en 3 días. Uno aprende la escala pentatónica y cree saber lenguaje musical. A partir de ese momento se casarán con esa escala en particular (soy terapeuta EMDR, por ejemplo) y de nuevo estaremos ante otro bloqueo profesional.

Matiz sobre teoría y práctica

Rizando el rizo, y volviendo sobre el tema de los mecanismos que he aparcado unos párrafos más arriba. Como decía antes, practicar escalas musicales (ligar teoría y práctica de manera más fluida) no es lo mismo que saber lenguaje musical, que incluye, entre otras cosas, ampliar conocimientos sobre ritmo, melodía, armonía, y se podría descomponer en varias capas de profundidad hasta llegar a las características físicas del sonido. Los guitarristas (terapeutas) aspiran a ser buenos intérpretes (es decir, buenos transmitiendo y persuadiendo), pero es difícil que sean además ingenieros de sonido o físicos (neurocientíficos). Las explicaciones que den a la eficacia de sus intervenciones los guitarristas (terapeutas) carecen de valor. A nadie se le ocurrió jamás preguntarle a Paco de Lucía sobre teoría musical, más que nada porque era un analfabeto musical, pero millones de personas se interesaron y pagaron por intervenciones suyas. Los terapeutas no se encargan de los mecanismos, se encargan de tocar. De ahí que sonaran a psicóticas las explicaciones que daban a su eficacia terapéutica Milton Erickson, Virginia Satir y Fritz Perls en “La Estructura de la Magia”.

Y aquí se pierde el principio de igualdad de la analogía. Paco de Lucía o John Mayer pueden tocar lo que quieran y postular teorías musicales sin pararse a pensar demasiado, no hay una cuestión ética. Sus explicaciones nos traen sin cuidado, queremos escuchar su música. En psicoterapia, en cambio, el decir que tu enfoque funciona es mucho más complejo e implica cuestiones éticas muy importantes, y la única herramienta que se tiene para resolverlo es el método científico (ningún título-especialidad- o ley-cartera de servicios- nos parapeta ante estos temas). En realidad, es razonable, y deseable, que los científicos quieran buscar explicaciones sin conformarse con las de andar por casa de los psicoterapeutas. Y al mismo tiempo hay que comprender, también, que los terapeutas tengan que aplicar las técnicas convencidos de que funcionan (esto es básico) sin esperar a conocer los mecanismos exactos. Haríamos bien en vigilar qué exigimos a cada uno e incentivar el que se respeten mutuamente, pues cumplen funciones relacionadas, pero por ahora diferentes: tratar y saber.

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